~ Parte 2 de 6 artículos escritos originalmente en inglés por el pastor Chad Vegas en el blog del Dr. R. Scott Clark. ~
Hacia el final de mi cargo en una megaiglesia evangélica, conocí a un joven estudiante universitario reformado holandés llamado Jason (ahora sirve como pastor conmigo); nos sentábamos y discutíamos sobre el dispensacionalismo y la teología pactual. Recuerdo claramente que quería rescatarlo de su «teología del reemplazo» que era obviamente antisemita. Él no entendía las promesas de Dios a Israel, estaba confundiendo la iglesia del Nuevo Testamento con el Israel del Antiguo Testamento; también se aferraba a restos doctrinales papistas como el paidobautismo. Este joven estaba bien catequizado y amaba al Señor, disputaba pacientemente mis argumentos, y en una ocasión me preguntó: «¿Alguna vez has leído a algún teólogo pactual? Si no has leído a sus mejores pensadores, ¿cómo puedes criticarlos con tanta confianza?» Acepté ese reproche y comencé a leerlos.
Después de leer asiduamente las obras de varios teólogos pactuales durante aproximadamente un año y de examinar sus exégesis, comencé a ver la continuidad de la biblia de una manera que me sorprendió y deleitó; comencé a ver a un Dios glorioso que envió a un bondadoso Salvador para salvar misericordiosamente a su único pueblo elegido. Empecé a comprender por qué mis hermanos reformados hablaban del pacto de obras y del pacto de gracia— estaban distinguiendo la ley y el evangelio bajo los encabezados federales de Adán y Cristo.
Adán fue el primer jefe federal del pueblo de Dios. Si hubiera obedecido perfecta y perpetuamente la Ley de Dios, él hubiera merecido la vida eterna para la humanidad. Lamentablemente, Adán cayó en la tentación de Satanás y transgredió la Ley de Dios; en la caída de Adán todos pecamos; todos somos culpables y corruptos en Adán. Por lo tanto, ningún hombre puede guardar la Ley, y todos los hombres están condenados a morir. Necesitábamos a un segundo Adán que cumpliera el justo requisito de Dios en nuestro lugar, aquel que fue prometido en Génesis 3:15. Él fue revelado progresivamente con mayor claridad a lo largo de las escrituras del Antiguo Testamento, particularmente en cada pacto prometido del Antiguo Testamento (Abraham, Moisés, David, nuevo pacto). Vemos el cumplimiento de todas esas promesas en Jesucristo; Cristo guardó el precepto (obediencia activa) y la pena (obediencia pasiva) de la Ley en nuestro lugar. Él cumplió lo que Adán, Israel y nosotros no pudimos; él pagó la pena de la ira justa de Dios por nuestro pecado, y murió la muerte merecida por nuestro pecado.
Finalmente comencé a entender por qué hablamos de la imputación de la obediencia activa y pasiva de Cristo a nosotros. Empecé a ver cómo no estaba captando la distinción a la que apuntaba Lutero con sus «dos palabras» de Ley y Evangelio. Vi cómo el pacto de obras y el pacto de gracia ayudaron a proporcionar una estructura bíblica global para la Ley y el Evangelio. La Ley es a la vez un pedagogo que me enseñó mi necesidad de Cristo, y una guía misericordiosa que me ayudó a caminar en gratitud por la gracia que era mía en Cristo. Charles Spurgeon tenía razón cuando dijo:
La doctrina del pacto divino se encuentra en la raíz de toda verdadera teología. Se ha dicho que el que entiende bien la distinción entre el pacto de obras y el pacto de gracia es un maestro en divinidad. Estoy persuadido de que la mayoría de los errores que cometen los hombres con respecto a las doctrinas de las Escrituras se basan en errores fundamentales con respecto a los pactos de la ley y de la gracia.1
La unidad de la biblia comenzó a cantar para mí como nunca antes. Mi predicación expositiva cambió cuando comencé a comprender cómo predicar correctamente a Cristo en todas las escrituras; estaba descubriendo al Antiguo Testamento como escritura cristiana, de una manera que no lo había hecho antes. No solo eso, sino que mi entendimiento del cuidado pastoral y la consejería también estaba cambiando; sabía que lo que la gente necesitaba por encima de todo era que sus pastores les mostraran a Cristo en todas las Escrituras; necesitaban escuchar acerca de su pecado y miseria, la gracia de Cristo, y ser instruídos bíblicamente a caminar en gratitud en Él.
Este fue un momento emocionante. Jason y yo plantamos juntos la iglesia Sovereign Grace Church.2 No queríamos nada más que predicar a Cristo a todos los que quisieran escuchar. Escuchábamos a White Horse Inn y leíamos materiales de Ligonier, Banner of Truth y CCEF, mientras tratábamos de descubrir cómo plantar una iglesia «centrada en el evangelio» que honrara al Señor y a Su Palabra. Leímos el libro de Michael Horton, A Better Way, y comenzamos a dar forma a un servicio de adoración de acuerdo con nuestras convicciones bíblicas recién descubiertas; sin embargo, realmente no teníamos idea de a dónde nos estaba llevando esto. Bueno, tal vez mi joven coplantador reformado holandés si la tenía.
NOTAS
1. Charles H. Spurgeon, “The Wondrous Covenant,” en The Metropolitan Tabernacle Pulpit Sermons, vol. 58 (London: Passmore & Alabaster, 1912), 58: 517.
2. Hubo todo un equipo de personas integrales en esa planta. Sovereign Grace no es la historia de dos hombres que plantaron una iglesia, es la historia de todo un grupo de personas a las que el Señor cautivó con su gracia. Éramos un pueblo que estábamos experimentando una especie de reforma juntos.
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El Boletín Reformado